Voceros o ingenieros

Voceros o ingenieros

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ANÁLISIS

Jaume V. Aroca

La inundación de la estación de Girona nos traslada a los periodistas a otros tiempos, no necesariamente mejores en muchos sentidos, cuando las secciones de local, economía e incluso las de política! incluían largos artículos detallando los pormenores de obras en las que en este país se gastó mucho dinero público –muy a menudo dinero europeo que ya casi nadie recuerda– para construir trenes, estaciones, aeropuertos, autopistas y otros artefactos más o menos necesarios.

De aquellos años algunos periodistas aprendimos, casi siempre a destiempo y sin prestarle la atención que seguramente habría merecido, que detrás de aquellas colosales construcciones hay historias de verdaderos artesanos comprometidos en hacer un buen trabajo, aunque a veces no era fácil por la precariedad, las premuras… Viene a cuento este recordatorio porque no duden que mientras los responsables políticos y sus diligentes portavoces en tertulias radiofónicas y debates televisivos se convierten en avezados ingenieros y supuestos conocedores de los secretos más íntimos del mundo del desagüe y la cloaca,

hay gente, artesanos en el sentido más apreciable de este viejo término, que lleva días encerrada en un despacho dando vueltas a los planos y a cálculos que la mayoría de quienes van a leer esta columna y quienes opinarán sobre ella no lograríamos desentrañar nunca, tratando de averiguar qué demonios ha pasado, qué ha fallado en la estación de Girona convertida en una larga hilera de piscinas olímpicas. Cómo ha podido ocurrir una inundación así y qué habría que hacer para que no vuelva a ocurrir. Y alguno habrá que tal vez no levante cabeza tras este fiasco. No sería el primer caso de técnicos que pierden el cabello, adelgazan lo imposible o, sencillamente, dejan el oficio llevados por una amarga sensación de no haber estado a la altura. Los años y la distancia de la noticia –hace mucho que dejamos de hablar de infraestructuras pesadas y ahora nos embobamos con las smart cities– nos llevan a sentir una rara compasión hacia esta gente, por mucho que ahora los servicios ferroviarios de Girona se hayan convertido en navegables. No sé si estamos a tiempo de evitar que la ligereza mediática acabe machacándolos otra vez. Pueden haberse equivocado. Pero no más que cualquiera de nosotros.

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